HOMILÍA
DEL EXCMO. MONS. LUIS GALVÁN
SANTA MISA SOLEMNE. TOMA DE POSESION CANONICA COMO IV ARZOBISPO METROPOLITANO DE MEDELLIN
Queridos hermanos y hermanas:
Iba a iniciar mi homilía directamente con lo que tenía preparado; sin embargo, mi corazón me llama a dar gracias primeramente. Esta ceremonia estaba planeada para llevarse a cabo en la semana siguiente, por la fractura cismática que sufrimos en el clero; pero gracias al trabajo del clero actual —por quienes pido un aplauso— enfocados en la estabilidad y unidad, la hemos logrado hacer el día de hoy.
Agradezco también a mis hermanos obispos que están presentes el día de hoy, quienes me vienen a entregar a esta nueva misión. Doy gracias también a todos los sacerdotes y diáconos presentes; su presencia es confortable y agradezco de todo corazón que me acompañen en este día tan especial. Agradezco también a Su Eminencia, el Cardenal Prado, a quien considero mi padre espiritual en esta comunidad, en la cual hoy conmemoro 10 meses sirviendo.
Hermanos y hermanas, hoy contesto a un llamado verdaderamente enorme: dirigir y pastorear a una Arquidiócesis en un periodo importante, marcado por un cisma causado por las malas decisiones de algunos. Yo uno de manera metafórica el Viacrucis con los trabajos diarios de cada persona, obviamente incomparables con Cristo, pero pesados para nosotros. Y marco de manera importante que todos, sin excepción, debemos tomar nuestra cruz diaria, entregada por Dios.
Esta cruz debe mantenerse en nuestro hombro hasta el momento en que se nos ordene tomar otra. Cristo nos ha llamado a hacer esto: a tomar nuestras cruces guiados en sus pasos, confiados en que, a pesar de la muerte, tornaremos de vuelta a la vida. Cristo nos invita a escucharlo e imitar sus acciones que llevan a caminos de justicia y santidad; Cristo nos invita a ser pastores. Y un pastor no necesariamente debe portar una mitra o usar un báculo: un pastor atiende y ama a sus ovejas.
Yo, siendo sincero, no sé de qué manera cumplo esto, pero, sin embargo, me pusieron los ojos para esta santa labor. Y de verdad agradezco a mis pocos hijos que me han recibido aquí en Medellín. Todos, sin excepción, han demostrado su aptitud y actitud de servicio y obediencia sin necesidad de pedirla.
Hoy, en la segunda lectura —que fue de San Pablo a los Colosenses— encontramos nuestra misión: anunciar a Cristo e instruir en la verdadera sabiduría. Todos estamos encargados de llevar plenamente la Palabra de Dios a todos los hombres, encargados de mostrar el misterio oculto desde toda la eternidad.
Y esto complementa de manera importante lo dictado en la primera lectura, tomada de las palabras del profeta Isaías, quien nos manda a llevar la Buena Nueva a los pobres. Isaías no hablaba de la pobreza material o monetaria; habla de la pobreza espiritual, de los pobres que no conocen a Dios, la cual es la pobreza más terrible que podemos sufrir. Y lamento decir que muchos de nosotros, en especial yo, somos pobres en este sentido.
Sin embargo, todos tenemos la oportunidad de hacernos hasta millonarios. ¿Cómo? Siendo totalmente otra persona distinta: una que deja el pecado, la hipocresía, la envidia, el desamor, el odio y todo aquello que nos deja en miseria espiritual. Y sobre todo, haciéndonos los más pequeños ante nuestros hermanos.
El evangelio que escogí para hoy es muy claro en este ámbito. Durante la Última Cena, los discípulos inquietaron a Jesús con una simple discusión: ¿Quién es más grande? Y Jesús, de una manera llamativa, contesta diciendo: “¿Quién es más grande, el que está a la mesa o el que la sirve?” Y esto podría llevarnos a una duda profunda: ¿de qué y de quién habla? ¡Jesús habla de la humildad y nos lo grita a los oídos a nosotros!
Hoy, ante todos ustedes, me confieso. Declaro que he sido el más pecador, hipócrita y envidioso. Ahora, pido perdón. Perdón a todos aquellos que fueron heridos por mis pecados, dañados por mi hipocresía y molestados por mi envidia. El demonio es tan poderoso y tan malévolo, que sin darme cuenta me convertí en un doctor de la ley de aquellos que describen los evangelios. Un pecador que hoy pide perdón, se arrepiente y se convierte.
Hermanos y hermanas, me encomiendo a ustedes. No puedo caminar sin el apoyo que me sostenga; ese apoyo es su oración y ayuda. Ese apoyo me auxiliará a cambiar, mejorar y poder ayudarlos, amarlos y escucharlos.
Agradezco las palabras, agradezco su comprensión, cariño y ayuda en estos días. ¡Gracias, gracias y gracias! ¡Que viva Medellín! ¡Vivan nuestros pastores y viva el Papa!
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Luis R. Galván.
✠ Servus Indignus Dei et Populi
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