ORDENACIÓN PRESBITERAL
PRESIDIDA POR S.E
Luis Mario Mejía
ARZOBISPO DE MEDELLÍN
RITOS INICIALES
CANTO DE ENTRADA
JESUCRISTO, HAZ DE NOSOTROS UN PUEBLO SACERDOTAL
PARA DIOS, NUESTRO PADRE.
A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS.
HOY TE CANTAMOS, OH HIJO PREDILECTO DEL PADRE,
HOY TE ALABAMOS, CIENCIA ETERNA Y VERBO DE DIOS.
HOY TE CANTAMOS HIJO DE MARÍA, LA VIRGEN,
HOY TE ALABAMOS, CRISTO NUESTRO HERMANO Y NUESTRO SALVADOR.
A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS. ℟.
HOY TE CANTAMOS, LUZ DE ESPLENDOR ETERNO,
HOY TE ALABAMOS, ESTRELLA DE LA MAÑANA QUE ANUNCIA EL DÍA.
HOY TE CANTAMOS, MESÍAS ESPERADO POR LOS POBRES,
HOY TE ALABAMOS, OH CRISTO NUESTRO REY Y PRÍNCIPE DE LA PAZ.
A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS. ℟.
HOY TE CANTAMOS, CORDERO DE LA PASCUA ETERNA,
HOY TE ALABAMOS, VÍCTIMA INMOLADA POR NUESTROS PECADOS.
HOY TE CANTAMOS, CRISTO SALVADOR INMORTAL,
HOY TE ALABAMOS, POR TU MUERTE Y RESURRECCIÓN.
A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS. ℟.
HOY TE CANTAMOS, MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES,
HOY TE ALABAMOS, OH RUTA VIVIENTE DEL CIELO.
HOY TE CANTAMOS, SACERDOTE DE LA NUEVA ALIANZA,
HOY TE ALABAMOS, TÚ ERES NUESTRA PAZ POR LA SANGRE DE LA CRUZ.
A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS. ℟.
Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
℟. Amén.
La paz esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL
A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.
Pausa de silencio.
todos dicen en común la fórmula de la confesión general:
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa.
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
Sigue la absolución del sacerdote:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
℟. Amén.
SEÑOR, TEN PIEDAD
SEÑOR, SEÑOR TEN PIEDAD,
SEÑOR, SEÑOR TEN PIEDAD.
SEÑOR, SEÑOR TEN PIEDAD,
SEÑOR, SEÑOR TEN PIEDAD.
CRISTO, CRISTO TEN PIEDAD,
CRISTO, CRISTO TEN PIEDAD.
CRISTO, CRISTO TEN PIEDAD,
CRISTO, CRISTO TEN PIEDAD.
SEÑOR, SEÑOR TEN PIEDAD,
SEÑOR, SEÑOR TEN PIEDAD.
SEÑOR, SEÑOR TEN PIEDAD,
SEÑOR, SEÑOR TEN PIEDAD.
GLORIA
(Alrededor de tu mesa)
GLORIA A DIOS EN EL CIELO,
Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES
QUE AMA EL SEÑOR.
POR TU INMENSA GLORIA TE ALABAMOS,
TE BENDECIMOS,
TE ADORAMOS,
TE GLORIFICAMOS,
TE DAMOS GRACIAS, ℟.
SEÑOR DIOS, REY CELESTIAL,
DIOS PADRE TODOPODEROSO.
SEÑOR, HIJO ÚNICO, JESUCRISTO;
SEÑOR DIOS, CORDERO DE DIOS,
HIJO DEL PADRE; ℟.
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS;
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
ATIENDE NUESTRA SÚPLICA;
TÚ QUE ESTÁS SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS; ℟.
PORQUE SÓLO TÚ ERES SANTO,
SÓLO TÚ SEÑOR,
SÓLO TÚ ALTÍSIMO, JESUCRISTO,
CON EL ESPÍRITU SANTO
EN LA GLORIA DE DIOS PADRE. ℟.
AMÉN.
ORACIÓN COLECTA
Terminado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:
Concédenos, Dios todopoderoso, que tu Iglesia conserve siempre y lleve a su plenitud los primeros misterios de la salvación humana que confiaste a la fiel custodia de san José.
Por nuestro Señor Jesucristo tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
(Jer 1, 4-10)
Tu irás adonde yo te envíe
Lectura del libro del profeta Jeremías:
Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín.
El Señor me dirigió la palabra:
«Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones».
Yo repuse:
«¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño».
El Señor me contestó:
«No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—».
El Señor extendió la mano, tocó mi boca y me dijo:
«Voy a poner mis palabras en tu boca. Desde hoy te doy poder sobre pueblos y reinos para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para reedificar y plantar».
Palabra de Dios
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSARIAL
(Sal 109)
R. Tú eres sacerdote para siempre.
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies. R.
El Señor extenderá
el poder de tu cetro:
¡Domina desde Sión,
en medio de tus enemigos! R.
Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora. R.
El Señor lo ha jurado
y no se retractará:
Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec. R.
SEGUNDA LECTURA
(Hch 10, 34a. 37-43)
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo Jesús
en el país de los judíos y en Jerusalén
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.»
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
(Mt 28, 19-20)
R. Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo.
R. Aleluya, Aleluya, Aleluya
EVANGELIO
(Lc 22, 14-20. 24-30)
Hagan esto en memoria mía.
Yo estoy entre ustedes como el que sirve
℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
✠ Lectura del Santo Evangelio según san Mateo.
℟. Gloria a ti, Señor.
Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
«He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios.»
Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»
Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»
Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.»
Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande. Jesús les dijo:
«Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas. Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí. Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»
Palabra del Señor
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
LITURGIA DE LA ORDENACIÓN
ELECCIÓN DEL CANDIDATO
El ordenando es llamado por el diácono e la forma siguiente:
Acerqúese el que va a ser ordenado presbítero.
- Juan José Idarraga Madrid
- Nicolás Monsalve Tabares
E inmediatamente lo nombra; y el llamado dice:
Presente.
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.
Permaneciendo el ordenando en pie ante el Obispo, un presbítero designado por el Obispo dice:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes presbítero a este hermano nuestro.
El obispo le pregunta:
¿Sabes si es digno?
Y él responde:
Según el parecer de quienes lo presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que ha sido considerado digno.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a este hermano nuestro para el Orden de los presbíteros.
Todos responden:
℟. Demos gracias a Dios.
Luego se hace la homilía.
PROMESA DEL ELEGIDO
Después de la homilía , solamente se levanta el elegido y se pone de pie ante el Obispo, quien le interroga con estas palabras:
Querido hijo: Antes de entrar en el Orden de los presbíteros debes manifestar ante el pueblo tu voluntad de recibir este ministerio.
¿Estás dispuesto a desempeñar siempre el ministerio sacerdotal en el grado de presbítero, como buen colaborador del Orden episcopal, apacentando el rebaño del Señor y dejándote guiar por el Espíritu Santo?
El elegido responde:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Realizarás el ministerio de la palabra, preparando la predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica con dedicación y sabiduría?
El elegido:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Estás dispuesto a presidir con piedad y fielmente la celebración de los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?
El elegido:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Estás dispuesto a invocar la misericordia divina con nosotros, en favor del pueblo que te sea encomendado, perseverando en el mandato de orar sin desfallecer?
El elegido:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Quieres unirte cada día más a Cristo, sumo Sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como víctima santa, y con él consagrarte a Dios para la salvación de los hombres?
El elegido:
Si, quiero, con la Gracia de Dios.
Seguidamente, el elegido se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos juntas entre las manos del Obispo.
El Obispo interroga al elegido, diciendo, si es su Ordinario:
¿Prometes respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Prometo.
El Obispo concluye siempre:
Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término.
SÚPLICA LITÁNICA
Seguidamente, todos se levantan.
El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que derrame generosamente sus dones sobre este elegido para el ministerio de los presbíteros.
Entonces el elegido se postra en tierra, y se cantan las letanías, respondiendo todos; en los domingos y durante el Tiempo Pascual, se hace estando todos de pie y en los demás días de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:
Pongámonos de rodillas.
Los cantores comienzan las letanías (las invocaciones sobre el elegido se hacen en singular).
Concluido el canto de las letanías, el Obispo, en pie y con las manos extendidas, dice:
Escúchanos, Señor, Dios nuestro, y derrama sobre este siervo tu Espíritu Santo y la gracia sacerdotal; concede la abundancia de tus bienes a quien consagramos en tu presencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
El diácono, si el caso lo requiere, dice:
Pueden levantarse.
Y todos se levantan.
IMPOSICIÓN DE MANOS
Y PLEGARIA DE ORDENACIÓN
El elegido se levanta; se acerca al Obispo, que está de pie delante de la sede y con mitra, y se arrodilla ante él.
El Obispo le impone en silencio las manos sobre la cabeza.
Después de la imposición de manos del Obispo, todos los presbiteros presentes, vestidos de estola, imponen igualmente en silencio las manos sobre el elegido.
Tras dicha imposición de manos, los presbiteros permanecen junto al Obispo hasta que se haya concluido la Plegaria de Ordenación, pero de modo que la ceremonia pueda ser bien vista por los fieles.
Estando el elegido arrodillado ante él, el Obispo, sin mitra, con las manos extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:
Asístenos, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, autor de la dignidad humana y dispensador de todo don y gracia; por ti progresan tus criaturas y por ti se consolidan todas las cosas. Para formar el pueblo sacerdotal, tú dispones con la fuerza del Espíritu Santo en órdenes diversos a los ministros de tu Hijo Jesucristo.
Ya en la primera Alianza aumentaron los oficios, instituidos con signos sagrados. Cuando pusiste a Moisés y Aarón al frente de tu pueblo, para gobernarlo y santificarlo, les elegiste colaboradores, subordinados en orden y dignidad, que les acompañaran y secundaran.
Así, en el desierto, diste parte del espíritu de Moisés, comunicándolo a los setenta varones prudentes con los cuales gobernó más fácilmente a tu pueblo.Así también hiciste partícipes a los hijos de Aarón de la abundante plenitud otorgada a su padre, para que un número suficiente de sacerdotes ofreciera, según la ley, los sacrificios, sombra de los bienes futuros.
Finalmente, cuando llegó la plenitud de los tiempos, enviaste al mundo, Padre santo, a tu Hijo, Jesús, Apóstol y Pontífice de la fe que profesamos. Él, movido por el Espíritu Santo, se ofreció a ti como sacrificio sin mancha, y habiendo consagrado a los apóstoles con la verdad, los hizo partícipes de su misión; a ellos, a su vez, les diste colaboradores para anunciar y realizar por el mundo entero la obra de la salvación.
También ahora, Señor, te pedimos nos concedas, como ayuda a nuestra limitación, estos colaboradores que necesitamos para ejercer el sacerdocio apostólico.
Te pedimos Padre Todopoderoso, que confieras a este siervo tuyo la dignidad del Presbiterado; renueva en su corazón el Espíritu de santidad; reciba de ti el segundo grado del Ministerio Sacerdotal y sea, con su conducta, ejemplo de vida.
Sea honrado colaborador del orden de los obispos, para que por su predicación, y con la gracia del Espíritu Santo, la palabra del Evangelio dé fruto en el corazón de los hombres y llegue hasta los confines del orbe. Sea con nosotros fiel dispensador de tus misterios, para que tu pueblo se renueve con el baño del nuevo nacimiento, y se alimente de tu altar; para que los pecadores sean reconciliados y sean confortados los enfermos. Que en comunión con nosotros, Señor, implore tu misericordia por el pueblo que se le confía y en favor del mundo entero. Así todas las naciones, congregadas en Cristo, formarán un único pueblo tuyo que alcanzará su plenitud en tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
UNCIÓN DE LAS MANOS
Y ENTREGA DEL PAN Y EL VINO
Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. El ordenado se levanta. Los presbiteros presentes tornan a su puesto; pero uno de ellos coloca al ordenado la estola al estilo presbiteral y le viste la casulla.
Seguidamente, el Obispo toma el gremial y, oportunamente informado el pueblo, unge con el sagrado crisma las palmas de las manos del ordenado, arrodillado ante él, diciendo:
Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio.
Seguidamente, el Obispo toma el gremial y, oportunamente informado el pueblo, unge con el sagrado crisma las palmas de las manos del ordenado, arrodillado ante él, diciendo:
Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio.
Después, Obispo y ordenado se lavan las manos.
Seguidamente, los fieles llevan el pan sobre la patena y el cáliz, ya con el vino y el agua, para la celebración de la Misa. El diácono lo recibe y se lo entrega al Obispo, quien a su vez lo pone en manos del ordenado, arrodillado ante él, diciendo:
Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor.
Finalmente, el Obispo besa al ordenado, diciendo:
La paz contigo.
El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Y lo mismo hacen todos o al menos algunos presbiteros presentes.
Prosigue la Misa como de costumbre.
LITURGIA EUCARÍSTICA
CANTO DE OFERTORIO
CANTEMOS AL SEÑOR CON ALEGRÍA,
UNIDOS A LA VOZ DEL PASTOR SANTO;
DEMOS GRACIAS A DIOS, QUE ES LUZ Y GUÍA,
SOLÍCITO PASTOR DE SU REBAÑO.
ES SU VOZ Y SU AMOR EL QUE NOS LLAMA
EN LA VOZ DEL PASTOR QUE ÉL HA ELEGIDO,
ES SU AMOR INFINITO EL QUE NOS AMA
EN LA ENTREGA Y AMOR DE ESTE OTRO CRISTO.
CONOCIENDO EN LA FE SU FIEL PRESENCIA,
HAMBRIENTOS DE VERDAD Y LUZ DIVINA,
SIGAMOS AL PASTOR QUE ES PROVIDENCIA
DE PASTOS ABUNDANTES QUE SON VIDA.
APACIENTA, SEÑOR, GUARDA A TUS HIJOS,
MANDA SIEMPRE A TU MIES TRABAJADORES;
CADA AURORA, A LA PUERTA DEL APRISCO,
NOS AGUARDE EL AMOR DE TUS PASTORES.
Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, inciensa al sacerdote y al pueblo.
Después, de pie en el centro del aftar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, Sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
℟. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Luego el Sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas:
Te pedimos, Señor, que, así como san José se entregó con piadoso afecto a servir a tu Unigénito, nacido de la Virgen María, merezcamos, también nosotros, servir a tu altar con un corazón puro.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
PREFACIO
EL SACERDOCIO DE CRISTO Y EL MINISTERIO DE LOS SACERDOTES
℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
℣. Levantemos el corazón.
℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟. Es justo y necesario.
El sacerdote prosigue el prefacio, con las manos extendidas:
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Tú constituiste a tu único Hijo Pontífice de la Alianza nueva y eterna
por la unción del Espíritu Santo,
y determinaste, en tu designio salvífico,
que su único sacerdocio se perpetuara en la Iglesia.
Él no sólo enriquece con el sacerdocio real
al pueblo de los bautizados,
sino también, con amor fraterno, elige a algunos hombres
para hacerlos participar de su ministerio
mediante la imposición de las manos.
Tus sacerdotes, Padre, renuevan en nombre de Cristo el sacerdocio de la redención humana,
preparan a tus hijos el banquete pascual,
guían en la caridad a tu pueblo santo,
lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus sacramentos.
Ellos, al entregar su vida por ti, Padre,
y por la salvación de los hermanos,
deben configurarse a Cristo
y dar testimonio constante de fidelidad y de amor.
Por eso, Padre, con todos los ángeles y santos
te alabamos, cantando con alegría:
SANTO
SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO.
LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO,
HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
BENDITO, BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO,
HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
PLEGARIA EUCARÍSTICA I O CANON ROMANO
El Obispo, con las manos extendidas, dice:
Padre misericordioso, te pedimos humildemente, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
Junta las manos y dice:
que aceptes
Traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
y bendigas ✠ estos dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,
Con las manos extendidas, prosigue:
ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa Benedicto, conmigo, indigno siervo tuyo, y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica.
Conmemoración de los vivos
C1: Acuérdate, Señor, de tus hijos [N. y N.]
Junta las manos y ora unos momentos por quienes tiene la intención de orar.
Después, con las manos extendida, prosigue:
y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a tí, eterno Dios, vivo y verdadero.
Conmemoración de los Santos
C2: Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, san José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, [Santiago y Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Comelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián] y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]
Con las manos extendidas, prosigue:
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.
Extendiendo las mano sobre las ofrendas, dice:
CC: Bendice y santifica esta ofrenda, Padre, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti: que se convierta para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.
El cual, la víspera de su Pasión,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan en sus santas y venerables manos,
y, elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos, dando gracias te bendijo, y lo dio a sus discípulos.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
Luego dice:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
R. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven , Señor Jesús!
Después el Obispo, con las manos extendidas, dice:
CC: Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloría y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo: pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación.
Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel el sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquísedec.
Inclinado, con las manos juntas, prosigue:
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu Angel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar,
Se endereza y se signa, diciendo:
seamos colmados de gracia y bendición.
junta las manos.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]
Conmemoración de los difuntos
Con las manos extendidas, dice:
C3: Acuérdate también, Señor, de tus hijos [N. y N.], que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz.
Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención de orar.
Después, con las manos extendidas, prosigue:
A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz.
Junta las manos.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]
Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo:
C4: Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,
Con las manos extendidas, prosigue:
que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé, [Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro, Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia,] y de todos los santos; y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos, sino conforme a tu bondad.
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro.
Y continúa:
CP: Por quien sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R. Amén.
RITO DE COMUNIÓN
Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, alidde:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Dense fraternalmente la paz.
CORDERO DE DIOS
CORDERO DE DIOS, QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
CORDERO DE DIOS, QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
CORDERO DE DIOS, QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
DANOS, DANOS LA PAZ, LA PAZ.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
CANTO DE COMUNIÓN
(Misión)
QUÉ HERMOSOS EN LOS MONTES Y EN LAS COLINAS Y EN LAS COLINAS,
LOS PIES DEL MENSAJERO QUE VA DE PRISA, QUE VA DE PRISA.
LLEVA DENTRO LA TIENDA PARA SU ABRIGO,
EL SECRETO DEL REINO, LA PAZ DE CRISTO.
DONDE QUIERA QUE VAYAS YO ESTOY CONTIGO, YO ESTOY CONTIGO,
LEVÁNTATE NO TEMAS QUE YO TE ENVÍO, QUE YO TE ENVÍO.
YO NO TENGO PALABRAS, YO SOY UN NIÑO, YO SOY UN NIÑO,
TU VERDAD ME HACE LIBRE, PERO NO ATINO, PERO NO ATINO,
A DECIR TUS SECRETOS, NI TUS CAMINOS,
NI A REVELAR TU ROSTRO MIENTRAS TE SIGO. ℟.
TÚ PUSISTE EN MIS MANOS GRANO Y VACÍO, GRANO Y VACÍO,
HERRAMIENTA Y FATIGA, PAN Y VASIJA, PAN Y VASIJA.
TÚ PUSISTE LA LLUVIA Y EL SOL FECUNDO
Y LA CUENTA INFINITA DE TUS GAVILLAS. ℟.
SIEMPRE ESTOY COMENZANDO NUEVA TAREA, NUEVA TAREA,
PORQUE TÚ ME ACOMPAÑAS Y TÚ ME GUÍAS, Y TÚ ME GUÍAS.
PORQUE TÚ ME LO MANDAS PARA QUE SEA
UN GRANO DE PALABRA, DE VIDA NUEVA. ℟.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se hdya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Defiende, Señor, con tu protección continua a tu familia, alegre por la solemnidad de san José, y, al saciarla con el alimento de este altar, conserva con bondad tus dones en ella.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
BENDICIÓN
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
El obispo, con las manos extendidas sobre el presbítero recién ordenado y el pueblo, dice:
Inclínense para recibir la bendición.
℣. Dios, que dirige y gobierna la Iglesia, te proteja siempre con su gracia para que cumplas fielmente el ministerio presbiteral.
℟. Amén.
℣. Que él te haga servidor y testigo en el mundo de la verdad y del amor divino, y ministro fieles de la reconciliación.
℟. Amén.
℣. Y que te haga pastor verdadero que distribuya a los fieles la palabra de la vida y el pan vivo, para que crezcan en la unidad del cuerpo de Cristo.
℟. Amén.
Y bendice a todo el pueblo añadiendo:
℣. Y a todos ustedes, que están aqui presentes, los bendiga Dios todopoderoso, Padre ✠, Hijo ✠, y Espíritu ✠ Santo.
℟. Amén.
Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Pueden ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.
Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha una inclinación profunda con los ministros, se retira.
CANTO DE SALIDA
(Peregrinos de Esperanza)
LLAMA VIVA PARA MI ESPERANZA,
QUE ESTE CANTO LLEGUE HASTA TI,
SENO ETERNO DE INFINITA VIDA,
ME ENCAMINO, YO CONFÍO EN TI.
TODA LENGUA, PUEBLOS Y NACIONES
HALLAN LUCES SIEMPRE EN TU PALABRA.
HIJOS, HIJAS, FRÁGILES, DISPERSOS,
ACOGIDOS EN TU HIJO AMADO. ℟.
DIOS NOS CUIDA, TIERNO Y PACIENTE
NACE EL DÍA, UN FUTURO NUEVO.
CIELOS NUEVOS Y UNA TIERRA NUEVA.
CAEN MUROS GRACIAS AL ESPÍRITU. ℟.
UNA SENDA TIENES POR DELANTE,
PASO FIRME, DIOS SALE A TU ENCUENTRO.
MIRA AL HIJO QUE SE HA HECHO HOMBRE
PARA TODOS, ÉL ES EL CAMINO. ℟.