Subsidio Litúrgico | XXV Domingo del Tiempo Ordinario

    

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
21.09.2025

RITOS INICIALES

CANTO DE ENTRADA
(Una luz en la oscuridad)

UNA LUZ EN LA OSCURIDAD, UN ARROYO DE AGUA VIVA,
UN CANTAR A LA ESPERANZA.
QUIERE SER TU IGLESIA, QUIERE SER TUS MANOS,
QUIERE SER TU VOZ, QUIERE SER TU IMAGEN.

MANOS POBRES DE CRISTO,
DURAS Y SECAS, LLENAS DE GRACIA.
MANOS SOLIDARIAS EN LA MISERIA
QUE COMPARTAN LA TRISTEZA
Y LA ALEGRÍA DE VIVIR.
MANOS DE AMOR Y DE PAN,
MANOS DE HOMBRE Y DE DIOS. ℟.


VOZ QUE PROCLAME TU EXISTENCIA, 
TU INMENSA TERNURA, TU RESURRECCIÓN.
VOZ QUE TRANSMITA TU MENSAJE, 
LIMPIO Y DESNUDO, FUENTE DE PAZ Y LIBERTAD.
VOZ QUE SIN MIEDO HAGA VIBRAR, EN CADA
HOMBRE TU VOZ. ℟.

IMAGEN DEL SEÑOR DEL UNIVERSO,
AUTOR DE LA VIDA, PADRE Y CREADOR.
IMAGEN DEL SEÑOR HUMANIZADO, QUE ES PASTOR
Y CAMINO, FUERZA Y SALUD EN EL DOLOR
SIGNOS HUMILDES DEL SEÑOR DE SU MISTERIO Y VERDAD. ℟.

ANTÍFONA DE ENTRADA

Si no hay canto de entrada, se recita la antífona:
℣.: Yo soy la salvación del pueblo, dice el Señor. Cuando me invoquen en la tribulación, los escucharé y seré para siempre su Señor.

Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice: 
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 
℟. Amén.

La paz, la caridad y la fe, de parte de Dios Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

ACTO PENITENCIAL

A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento, ·para acercarnos a la mesa del Señor.

Pausa de silencio.

El sacerdote dice:
Señor, ten misericordia de nosotros.
℟. Porque hemos pecado contra ti. 

Muéstranos, Señor, tu misericordia.
℟. Y danos tu salvación.
 
El sacerdote concluye con la siguiente plegaria:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
℟. Amén.

℣. Señor, ten piedad.    
℟. Señor, ten piedad. 

℣. Cristo, ten piedad.   
℟. Cristo, ten piedad. 

℣. Señor, ten piedad.    
℟. Señor, ten piedad.

GLORIA

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo; Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo,atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.

ORACIÓN COLECTA

Terminado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice: 
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:  
Oh, Dios, que has puesto la plenitud de la ley divina en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos, para que merezcamos llegar a la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espiritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
(Am 8, 4-7)

Contra los que “compran al indigente por plata”

Lectura de la profecía de Amós.

Escuchen esto, los que pisotean al pobre
y eliminan a los humildes del país,
diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva,
para vender el grano,
y el sábado, para abrir los sacos de cereal
—reduciendo el peso y aumentando el precio,
y modificando las balanzas con engaño—
para comprar al indigente por plata
y al pobre por un par de sandalias,
para vender hasta el salvado del grano?».
El Señor lo ha jurado por la Gloria de Jacob:
«No olvidaré jamás ninguna de sus acciones».

Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
(Sal 113(112),1-2.4-6.7-8 (R. 9,19a))

℟. Alaben al Señor, que alza al pobre.

Alaben, siervos del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. ℟.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? ℟.

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. ℟.

SEGUNDA LECTURA
(1 Tim 2, 1-8)

Que se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los hombres se salven

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hermano:
Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto.
Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol —digo la verdad, no miento—, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones.

Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
(2 Co 8, 9)

℟. Aleluya, aleluya, aleluya.

℣. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecerlos con su pobreza. ℟.

℟. Aleluya, aleluya, aleluya.

Mientras tanto, el sacerdote, cuando se utiliza incienso, lo coloca en el incensario. El diácono, que proclamará el Evangelio, inclinándose profundamente ante el sacerdote, pide en voz baja la bendición:
℣. 
Padre, dame tu bendición.

El sacerdote dice en voz baja:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo  y del Espíritu Santo.

El diácono hace la señal de la cruz y responde:
℣.: 
Amén.

Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio.

EVANGELIO
(Lc 16, 1-13 [más breve entre corchetes])

No pueden servir a Dios y al dinero

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

 Lectura del Santo Evangelio según san Lucas.
℟. Gloria a ti, Señor.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había
actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo les digo: gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas.
[El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, ¿lo de ustedes, quién se lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero».]

℣. Palabra del Señor.
℟. Gloria a ti, Señor Jesús.

HOMILÍA
 
Luego se pronuncia la homilía, que es responsabilidad del sacerdote o diácono; Es obligatorio todos los domingos y días festivos y también recomendado el resto de días.
 
CREDO
(Símbolo Niceno-constantinopolitano)
 
Acabada la homilía, se hace la profesión de fe
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo,
En las palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan. 
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

PLEGARIA UNIVERSAL

El celebrante invita a los fieles a orar:
Hermanos, con un corazón humilde, dirijamos nuestras súplicas al Padre y digámosle con fe: 

℟. Escúchanos, Padre de amor.

1. Por la Iglesia y sus pastores, para que día a día, encuentren la fuerza para elegir al único Señor que da la vida. Oremos. ℟.

2. Por quienes tienen en sus manos el gobierno de los pueblos, para que promuevan políticas en favor de la unidad y la equidad; que podamos, por sus gestiones y decisiones, llevar una vida sosegada y en paz. Oremos. ℟.

3. Por cuantos sufren a causa de la enfermedad, de la violencia, de la marginación y de la injusticia, para que pongan su esperanza en Dios, y que la caridad cristiana sea testimonio de vida, dignidad y paz. Oremos. ℟.

4. Por los que consagran su vida al servicio de sus hermanos, especialmente de los pobres, de los ancianos y de los enfermos, para que el Señor los acompañe y recompense su entrega generosa. Oremos. ℟.

5. Por todos nosotros, para que estemos siempre abiertos a la obra de Dios, que nos llama a la salvación y al conocimiento de la verdad. Oremos. ℟.

El celebrante concluye la oración:
Señor, escucha nuestras súplicas y concédenos hacer tu voluntad siempre y en todo lugar, para que podamos heredar las dichas eternas prometidas a quienes permanecen fieles en tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. 
℟. Amén.

LITURGIA EUCARÍSTICA

CANTO DE OFERTORIO

Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.

LLEVEMOS AL SEÑOR, EL VINO Y EL PAN
LLEVEMOS AL ALTAR, LA VIÑA Y TRIGAL.

/EL SEÑOR NOS DARA, EL NOS DARA SU AMISTAD/

LLEVEMOS AL SEÑOR, PUREZA Y AMOR
LLEVEMOS AL ALTAR, JUSTICIA, HERMANDAD ℟.

LLEVEMOS AL SEÑOR, TRABAJO Y DOLOR
LLEVEMOS AL ALTAR, OFRENDAS DE PAZ ℟.

Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, inciensa al sacerdote y al pueblo.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres. 
 
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
 
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
 
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
 
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
 
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
 
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.

Después, de pie en el centro del aftar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:
En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso.
℟. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Luego el Sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas:  
Recibe, Señor, en tu bondad las ofrendas de tu pueblo, para que cuanto creemos por la fe lo alcancemos por el sacramento celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén. 

PREFACIO DOMINICAL VII
La salvación por la obediencia de Cristo

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

℣. Levantemos el corazón.
℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟. Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio, con las manos extendidas:  
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso que no sólo nos enviaste como redentor a tu propio Hijo, sino que en todo lo quisiste semejante al hombre, menos en el pecado, para poder así amar en nosotros lo que amabas en él. Con su obediencia has restaurado aquellos dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido. 

Por eso, ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:

En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CP
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus crea turas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
CC
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti,

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que se conviertan en el Cuerpo la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro,

Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor deben pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.

Luego dice:
CP
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
℟. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. 

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.

C1
Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, [san N.: santo del día o patrono] y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Benedicto, a nuestro Obispo Luis Mario, al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. 

A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria,

Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
CP o CC
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. 
℟. Amén.

RITO DE COMUNIÓN

Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.  

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz les dejo, mi paz les doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. 
Junta las manos. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén. 

El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, alidde: 
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu. 

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.

Y cada uno, según la costumbre del lugar, se manifiesta entre sí paz, comunión y caridad; el sacerdote da la paz al diácono y a los demás ministros.
 
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
 
Se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

CANTO DE COMUNIÓN
(Cena Pascual)

Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
℣. 
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
℟.
 Amén.
 
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

MANOS HONRADAS DE CARPINTERO,
MANOS BENDITAS DE BUEN PASTOR,
MANOS QUE PARTEN EL PAN CON TODOS,
CON EL AMIGO, CON EL TRAIDOR.
MANOS QUE ALZAN SU COPA AL MUNDO
OFRECE VINO Y EN ÉL SE DAN
Y DÍA A DÍA LA HISTORIA VUELVE
BRINDANDO ETERNA CENA PASCUAL.

ESTO ES MI CUERPO ESTA ES MI SANGRE
Y EN MI MEMORIA SIEMPRE LA HARÁN
SU DESPEDIDA ES UNA ENTREGA
CON UN SENTIDO ETERNIDAD
MOMENTO CUMBRE AQUÉL QUE VINO
TRAYENDO AL MUNDO ETERNA LUZ
YA NO HAY TINIEBLAS LAS DUDAS MUEREN
CAMINO VIDA ESE ES JESÚS.

EL MUNDO ES CENA DONDE SE SIENTA
AQUÉL QUE LUCHA BRINDANDO AMOR
AQUÉL QUE SABE LO QUE ES HERMANO
SIN EGOÍSMO Y SIN RENCOR
PERO LA HISTORIA AQUÉL DÍA VUELVE
Y ELLA VEMOS EL VIL TRAIDOR
QUIÉN A SU AMIGO ENTREGA POR MIEDO
POR ACOMODO, POR AMBICIÓN. ℟.

PARA QUE SE AMEN YO LOS HE AMADO
QUE TENGAN VIDA ES MI VOLUNTAD
Y EN UN ABRAZO VIVAN UNIDOS
ESTA ES LA CENA DE LA HERMANDAD
ALCEN LA COPA HASTA FIN DE TIEMPO
PARTAN EL PAN REPARTAN AMOR
SOY EL CORDERO QUE POR USTEDES
EN SACRIFICIO HOY SE ENTREGÓ. ℟.

EL QUE POSEE DE QUE NO TIENE
AQUEL QUE ES GRANDE APRENDA A SERVIR
Y EL MÁS PEQUEÑO ES PRIMERO
DE LOS QUE ACUDEN ESTE FESTÍN
LAVAR LOS PIES CUAL SIGNO FRATERNO
UNOS A OTROS HABRÁN DE HACER
COMAN MI CUERPO, BEBAN MI SANGRE
EN MIS HERMANOS ME QUEDARÉ. ℟.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN
(Sal 118, 4-5 o Jn 10, 14)

Si no hay canto de comunión, se recita la antífona: 
℣. 
Tú, Señor, promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas.

O bien:
℣. 
Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor, que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen.

Después, el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se hdya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Señor, apoya bondadoso con tu ayuda continua a los que alimentas con tus sacramentos, para que consigamos el fruto de la salvación en los sacramentos y en la vida diaria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

BENDICIÓN FINAL
(Oración sobre el pueblo)

Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:  
El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu. 

℣. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie su corazón y su inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

℣. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre , Hijo , y Espíritu ✠ Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
℟. Amén.

Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Pueden ir en paz. 
℟. Demos gracias a Dios.

Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha una inclinación profunda con los ministros, se retira.

CANTO FINAL
(Madre de los Apóstoles)

MARÍA, TÚ ERES MADRE
DE LOS QUE HEMOS DEJADO PADRE Y MADRE
POR SEGUIR LA LLAMADA DEL SEÑOR
AYÚDANOS OH MADRE,
A LLEVAR A LOS HOMBRES EL MENSAJE
DE TU HIJO REDENTOR.

MADRE DE LOS APÓSTOLES, MARÍA,
AUMENTA NUESTRA ENTREGA Y NUESTRO AMOR
NUESTRA FIDELIDAD A LA PALABRA
NUESTRA FE EN EL PODER DE LA ORACIÓN.

MADRE DE LOS APÓSTOLES, MARÍA,
INCÚLCANOS EL CELO ABRASADOR
QUE TUVIERON UN DÍA PEDRO Y PABLO
RESPONDIENDO A LA LLAMADA DEL SEÑOR. ℟.


A.D MMXXV

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