Libreto | Ordenación diaconal

 
 
LIBRETO 
RITO DE ORDENACIÓN DIACONAL

PRESIDIDA POR S.E.R
PABLO RUDELLI
ARZOBISPO DE MEDELLÍN
XXVIII.X.MMXXIV

RITOS INICIALES

CANTO DE ENTRADA
(Pueblo de Reyes)

PUEBLO DE REYES, ASAMBLEA SANTA
PUEBLO SACERDOTAL, PUEBLO DE DIOS
BENDICE A TU SEÑOR.

TE CANTAMOS, OH, HIJO AMADO DEL PADRE
TE ALABAMOS, ETERNA PALABRA SALIDA DE DIOS
TE CANTAMOS, OH, HIJO DE LA VIRGEN MARÍA
TE ALABAMOS, OH, CRISTO NUESTRO HERMANO
NUESTRO SALVADOR. ℟.

TE CANTAMOS A TI, ESPLENDOR DE LA GLORIA
TE ALABAMOS, ESTRELLA RADIANTE QUE ANUNCIAS EL DÍA
TE CANTAMOS, OH, LUZ QUE ILUMINAS NUESTRAS SOMBRAS
TE ALABAMOS, ANTORCHA DE LA NUEVA JERUSALÉN. ℟.

TE CANTAMOS, MESÍAS, QUE ANUNCIARON LOS PROFETAS
TE ALABAMOS, OH, HIJO DE ABRAHAM E HIJO DE DAVID
TE CANTAMOS, MESÍAS, ESPERADO POR LOS POBRES
TE ALABAMOS, OH, CRISTO, NUESTRO REY DE HUMILDE CORAZÓN. ℟.

TE CANTAMOS, MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES
TE ALABAMOS, OH, RUTA VIVIENTE, CAMINO DEL CIELO
TE CANTAMOS, SACERDOTE DE LA NUEVA ALIANZA
TE ALABAMOS, TÚ ERES NUESTRA PAZ 
POR LA SANGRE DE LA CRUZ. ℟.

TE CANTAMOS, CORDERO DE LA PASCUA ETERNA
TE ALABAMOS, OH, VÍCTIMA QUE BORRAS NUESTROS PECADOS
TE CANTAMOS, OH, TEMPLO DE LA NUEVA ALIANZA
OH, PIEDRA ANGULAR Y ROCA DE ISRAEL. ℟.

Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice: 
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 
℟. Amén.

La paz esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

ACTO PENITENCIAL

A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.

Pausa de silencio.

todos dicen en común la fórmula de la confesión general: 
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.  
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa. 
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. 

Sigue la absolución del sacerdote: 
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. 
℟. Amén.

SEÑOR, TEN PIEDAD
(Misa melódica)

SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

GLORIA
(Misa melódica)

GLORIA, GLORIA, GLORIA,
GLORIA A DIOS EN EL CIELO,
Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES
QUE AMA EL SEÑOR.

TE ALABAMOS, TE BENDECIMOS,
TE ADORAMOS, TE GLORIFICAMOS,
TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR,
POR TU INMENSA GLORIA,
TE DAMOS GRACIAS,
¡SEÑOR! ¡SEÑOR!,
DIOS REY CELESTIAL,
DIOS PADRE TODO PODEROSO. ℟.

SEÑOR, HIJO ÚNICO JESUCRISTO,
SEÑOR, DIOS CORDERO DE DIOS,
HIJO DEL PADRE,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
TÚ QUE ESTÁS SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

PORQUE SOLO TÚ ERES SANTO,
SOLO TÚ SEÑOR
SOLO TU ALTÍSIMO, JESUCRISTO.
CON EL ESPÍRITU SANTO,
EN LA GLORIA DE DIOS PADRE. ℟.

AMÉN.

ORACIÓN COLECTA

Terminado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice: 
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:  
Dios nuestro, que, por medio de los santos Apóstoles nos concediste llegar al conocimiento de tu nombre, concede, bondadoso, por intercesión de los santos Simón y Judas, que tu Iglesia crezca continuamente por el aumento de los pueblos que creen en ti. 
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
(Ef 2,19-22)

Están edificados sobre el cimiento de los apóstoles.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Hermanos:
Ya no son extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.
Están edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también ustedes entran con ellos en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
(Sal 18)

℟. A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. ℟.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. ℟. 

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

℟. ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA.

℣. A TI, OH DIOS, TE ALABAMOS, A TI, SEÑOR, TE RECONOCEMOS;
A TI TE ENSALZA EL GLORIOSO CORO DE LOS APÓSTOLES, SEÑOR.

℟. ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA.

EVANGELIO
(Lc 6, 12-19)

Escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles.

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

 Lectura del Santo Evangelio según san Lucas.
℟. Gloria a ti, Señor.

En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

℣. Palabra del Señor.
℟. Gloria a ti, Señor Jesús.

LITURGIA DE LA ORDENACIÓN

ELECCIÓN DEL CANDIDATO

El ordenando es llamado por el diácono e la forma siguiente:
Acerqúese el que va a ser ordenado diácono.

E inmediatamente lo nombra; y el llamado dice:
Presente.

Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.
Permaneciendo el ordenando en pie ante el Obispo, un presbítero designado por el Obispo dice: 
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes diácono a este hermano nuestro.

El obispo le pregunta: 
¿Sabes si es digno?

Y él responde:
Según el parecer de quienes lo presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que ha sido considerado digno.

El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a este hermano nuestro para el Orden de los diáconos.

Todos responden:
℟. Demos gracias a Dios.

HOMILÍA

Seguidamente, estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la que, partiendo del texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la palabra, habla al pueblo y al elegido sobre el ministerio de los diáconos, habida cuenta de la condición del ordenando, según se trate de un elegido casado y o de un elegido no casado.

PROMESA DEL ELEGIDO

Después de la homilía, solamente se levanta el elegido y se pone de pie ante el Obispo, quien le interroga con estas palabras:
Querido hijo: Antes de entrar en el Orden de los diáconos debes manifestar ante el pueblo tu voluntad de recibir este ministerio.

¿Quieres consagrarte al servicio de la Iglesia por la imposición de mis manos y la gracia del Espíritu Santo?
El elegido responde:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieres desempeñar, con humildad y amor, el ministerio de diácono como colaborador del Orden sacerdotal y en bien del pueblo cristiano?
El elegido:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieres vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice el Apóstol, y de palabra y obra proclamar esta fe, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia?
El elegido:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieres conservar y acrecentar el espíritu de oración, tal como corresponde a tu género de vida y, fiel a este espíritu, celebrar la Liturgia de las Horas, según tu condición, junto con el pueblo de Dios y en beneficio suyo y de todo el mundo?
El elegido:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieres imitar siempre en tu vida el ejemplo de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre servirás con tus manos?
El elegido:
Si, quiero, con la Gracia de Dios.

Seguidamente, el elegido se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos juntas entre las manos del Obispo.
El Obispo interroga al elegido, diciendo, si es su Ordinario:
¿Prometes respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Prometo.

El Obispo concluye siempre:
Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término.

SÚPLICA LITÁNICA

Seguidamente, todos se levantan. 
El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que derrame bondadosamente la gracia de su bendición sobre este siervo suyo que ha llamado al Orden de los diáconos.

Entonces el elegido se postra en tierra, y se cantan las letanías, respondiendo todos; en los domingos y durante el Tiempo Pascual, se hace estando todos de pie y en los demás días de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:
Pongámonos de rodillas.

Los cantores comienzan las letanías (las invocaciones sobre el elegido se hacen en singular).

Concluido el canto de las letanías, el Obispo, en pie y con las manos extendidas, dice:
Señor Dios, escucha nuestras súplicas y confirma con tu gracia este ministerio que realizamos: santifica con tu bendición a éste que juzgamos apto para el servicio de los santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

El diácono, si el caso lo requiere, dice:
Pueden levantarse.
Y todos se levantan.

IMPOSICIÓN DE MANOS 
Y PLEGARIA DE ORDENACIÓN

El elegido se levanta; se acerca al Obispo, que está de pie delante de la sede y con mitra, y se arrodilla ante él.

El Obispo le impone en silencio las manos sobre la cabeza.

Tras dicha imposición de manos, los presbiteros permanecen junto al Obispo hasta que se haya concluido la Plegaria de Ordenación, pero de modo que la ceremonia pueda ser bien vista por los fieles.

Estando el elegido arrodillado ante él, el Obispo, sin mitra, con las manos extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:
Asístenos, Dios todopoderoso, de quien procede toda gracia, que estableces los ministerios regulando sus órdenes; inmutable en ti mismo, todo lo renuevas; por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro —palabra, sabiduría y fuerza tuya—, con providencia eterna todo lo proyectas y concedes en cada momento cuanto conviene.

A tu Iglesia, cuerpo de Cristo, enriquecida con dones celestes variados, articulada con miembros distintos y unificada en admirable estructura por la acción del Espíritu Santo, la haces crecer y dilatarse como templo nuevo y grandioso.

Como un día elegiste a los levitas para servir en el primitivo tabernáculo, así ahora has establecido tres órdenes de ministros encargados de tu servicio.

Así también, en los comienzos de la Iglesia, los apóstoles de tu Hijo, movidos por el Espíritu Santo, eligieron, como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano, a siete varones acreditados ante el pueblo a quienes, orando e imponiéndoles las manos, les confiaron el cuidado de los pobres, a fin de poder ellos entregarse con mayor empeño a la oración y a la predicación de la palabra.

Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio a este tu siervo, a quien consagramos humildemente para el orden del diaconado y el servicio de tu altar.

Envía sobre él, Señor, el Espíritu Santo, para que fortalecido con tu gracia de los siete dones desempeñe con fidelidad el ministerio.

Que resplandezca en él un estilo de vida evangélica, un amor sincero, solicitud por pobres y enfermos, una autoridad discreta, una pureza sin tacha y una observancia de sus obligaciones espirituales.

Que tus mandamientos, Señor, se vean reflejados en sus costumbres, y que el ejemplo de su vida suscite la imitación del pueblo santo; que, manifestando el testimonio de su buena conciencia, persevere firme y constante con Cristo, de forma que, imitando en la tierra a tu Hijo que no vino a ser servido sino a servir, merezca reinar con él en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

ENTREGA DEL LIBRO DE LOS EVANGELIOS

Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. El ordenado se levanta, y un diácono u otro ministro le pone la estola al estilo diaconal y le viste la dalmática.

El ordenado, ya con sus vestiduras diaconales, se acerca al Obispo, quien entrega a aquél, ante él arrodillado, el libro de los Evangelios, diciendo:
Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado.

Finalmente, el Obispo besa al ordenado, diciendo:
La paz contigo.

El ordenado responde:
Y con tu espíritu.

Y lo mismo hacen todos o al menos algunos diáconos presentes.

Mientras tanto, puede cantarse la antífona siguiente con el Salmo 145, u otro canto apropiado de idénticas características que concuerde con la antífona. 

Al que me sirva, mi Padre que está en el cielo lo premiará. (T.P. Aleluya).

Prosigue la Misa como de costumbre. Se dice o no el Símbolo de la fe, según las rúbricas; se omite la oración universal.

LITURGIA EUCARÍSTICA

CANTO DE OFERTORIO

¿QUIÉN NOS SEPARARÁ DE SU AMOR, 
LAS TRIBULACIONES, QUIZÁ LA ESPADA? 
NI MUERTE NI VIDA NOS SEPARARÁ 
DEL AMOR DE CRISTO, NUESTRO SEÑOR.

¿QUIÉN NOS SEPARARÁ DE SU GRAN PAZ, 
LAS PERSECUCIONES, QUIZÁ EL DOLOR? 
NINGÚN PODER NOS SEPARARÁ, 
DE AQUEL QUE MURIÓ POR NUESTRO AMOR.

¿QUIÉN NOS SEPARARÁ DE SU ALEGRÍA, 
QUIÉN PODRÁ APARTARNOS DE SU PERDÓN? 
NADIE EN EL MUNDO NOS SEPARARÁ 
DE LA VIDA EN CRISTO, NUESTRO SEÑOR.

Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, inciensa al sacerdote y al pueblo.

Después, de pie en el centro del aftar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, Sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
℟. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Luego el Sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas:  
Al venerar la eterna gloria de los santos apóstoles Simón y Judas, te rogamos, Señor, que recibas nuestras ofrendas y nos dispongas a celebrar dignamente estos santos misterios. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén. 

PREFACIO DE LOS APÓSTOLES I
Los apóstoles, pastores del pueblo de Dios

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

℣. Levantemos el corazón.
℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟. Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio, con las manos extendidas:  
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso.

Porque nunca abandonas, Pastor eterno, a tu rebaño, sino que por medio de los santos Apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio. 

Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

SANTO
(Misa melódica)

SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO.
LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA.

HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.

BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.

HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CP:  
SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus crea turas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice: 
CC:
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti,  

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que se conviertan en el Cuerpo  la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, Junta las manos. que nos mandó celebrar estos misterios. 

Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue: 
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos. 

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.

Después prosigue: 
Del mismo modo, acabada la cena, 

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue: 
tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos. 

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.

Luego dice: 
CP:
Éste es el Misterio de la fe. Cristo nos redimió.
℟. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice: 
CC:
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. 

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. 

C1: 
Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, [san N.: santo del día o patrono] y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2: 
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Juan Pablo VI, a nuestro Obispo Pablo, al Orden episcopal, a los presbíteros y a este hijo tuyo que ha sido ordenado hoy ministro de la Iglesia, a los demás diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. 

 A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria,  

Junta las manos. 
por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes. 

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
CP o CC:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. 
℟. Amén.

RITO DE COMUNIÓN

Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.  

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. 
Junta las manos. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén. 

El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, alidde: 
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu. 

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.

CORDERO DE DIOS
(Misa melódica)

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
DANOS LA PAZ, DANOS LA PAZ, 
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ,
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

CANTO DE COMUNIÓN
(Yo contigo iré)

PON EN MÍ TUS OJOS, SOY TAN POBRE Y ESTOY SOLO.
¿CÓMO PODRÉ ANUNCIARLES CUÁL ES TU VOLUNTAD?
TÚ, SEÑOR, HAS DICHO: YO HARÉ DE TI MI SIRVO.
¿CÓMO SABRÉ GRITARLE AL MUNDO TU VERDAD?

YO CONTIGO IRÉ Y SERÉ LA LUZ QUE TE GUÍE;
YO SERÉ TODA TU FUERZA, SERÉ TAMBIÉN TU VOZ.
YO SERÉ QUIEN TE DEFIENDA Y YO SERÉ TU SALVACIÓN. 

MIS LABIOS SE CIERRAN Y MI LENGUA ENMUDECE.
SI ABRES TÚ MI BOCA, ENTONCES CANTARÉ.
MI CORAZÓN TIEMBLA Y LAS FUERZAS ME ABANDONAN.
TÓCAME CON TU MANO Y YA NO TEMERÉ. ℟.

SIENTO EN MÍ TU IMPULSO Y TU FUERZA ME SOSTIENE.
ENSEÑARÉ A TU PUEBLO CUÁL ES LA LIBERTAD.
SIENTO EN MÍ TU MANO QUE ME GUÍA EN EL CAMINO.
SERÉ PROFETA Y GUÍA DE QUIEN TE BUSCARÁ. ℟.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se hdya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Después de recibir estos sacramentos e impulsados por el Espíritu Santo, te suplicamos humildemente, Señor, que el misterio que hemos celebrado en el martirio de los santos apóstoles Simón y Judas nos haga perseverar siempre en tu amor. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

BENDICIÓN

Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:  
El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu. 

El diácono hace la invitación:
Inclínense para recibir la bendición.
 
Y, seguidamente, el Obispo, con las manos extendidas sobre el ordenado y el pueblo, pronuncia la bendición:
℣. El Dios que te ha llamado para el servicio de los hombre en su Iglesia, te conceda una gran solicitud hacia todos, especialmente hacia los pobres y afligidos.
℟. Amén.

℣. El que te ha confiado la misión de predicar el Evangelio de Cristo, te ayude a vivir según su palabra, para que seas su testigo convincente y sincero.
℟. Amén.

℣. Y el que te hizo dispensador de sus sacramentos te conceda ser imitador de su Hijo Jesucristo, para ser en el mundo ministro de unidad y de paz.
℟. Amén.

Y bendice a todo el pueblo añadiendo:
℣. Y a todos ustedes, que están aqui presentes, los bendiga Dios todopoderoso, Padre , Hijo , y Espíritu ✠ Santo.
℟. Amén.

Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Glorifiquen al Señor con su vida. Pueden ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.

Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha una inclinación profunda con los ministros, se retira.

CANTO DE SALIDA

MI ALMA GLORIFICA AL SEÑOR MI DIOS,
GÓZASE MI ESPÍRITU EN MI SALVADOR,
EL ES MI ALEGRÍA, ES MI PLENITUD,
EL ES TODO PARA MI.

HA MIRADO LA BAJEZA DE SU SIERVA,
MUY DICHOSA ME DIRÁN TODOS LOS PUEBLOS,
PORQUE EN MÍ HA HECHO GRANDES MARAVILLAS
EL QUE TODO PUEDE CUYO NOMBRE ES: SANTO. ℟.

SU CLEMENCIA SE DERRAMA POR LOS SIGLOS
SOBRE AQUELLOS QUE LE TEMEN Y LE AMAN;
DESPLEGÓ EL GRAN PODER DE SU DERECHA,
DISPERSÓ A LOS QUE PIENSAN QUE SON ALGO. ℟.

DERRIBÓ A LOS POTENTADOS DE SUS TRONOS
Y ENSALZÓ A LOS HUMILDES Y A LOS POBRES.
LOS HAMBRIENTOS SE SACIARON DE SUS BIENES
Y ALEJÓ DE SÍ, VACÍOS A LOS RICOS. ℟.

ACOGIÓ A ISRAEL, SU HUMILDE SIERVO,
ACORDÁNDOSE DE SU MISERICORDIA,
COMO HABÍA PROMETIDO A NUESTROS PADRES,
A ABRAHAM Y DESCENDENCIA PARA SIEMPRE. ℟.


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